Mi mejor experiencia: Un café


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En mi casa, desde que yo tengo uso de razón, se toma café al levantarse. Cuando estaba con mi mamá era de desayuno con pan y algún otro alimento que hiciera las veces de proteína, mientras que con mi abuela era con galletas (de limón) mientras estaba el desayuno que lo servía a las once y media de la mañana.

Esta costumbre ha cambiado en los diferentes momentos de mi vida pero jamás ha se ha dejado de hacer…Mientras estudiaba, casi todo el colegio estuve en la jornada de la tarde, tenía todo el tiempo para comer y hacer de cuenta que esta con mi abuela, es yo como mucho desde niña.

Luego llegaron los días de universidad y ahí todo cambió. Eso de madrugar no es para mí y como prefería dormir siempre me cogía el día así que opté por empacar el café en un termo de agua y comprar buñuelos de camino al bus, sentada en el vehículo me disponía a maquillarme mientras comía. Eso era para poder ser persona en clase, al salir si compraba algo decente que me alimentara.
En esa etapa aprendí, y estoy segura que muchos estudiantes de universidad también, en donde estaban las grecas, porque si hay un aparato que haga rico el café es ese, no tiene comparación con los express de las dispensadoras bonitas que habían en las burbujas (locales que hacían las veces de tienda). Y lo mejor, había un chico de la universidad vecina que andaba en bici y vendía café por todas partes, él mismo lo hacía con anís estrellado, anís normal, cúrcuma y otras cositas más, que sabía delicioso como para tomar con chocoramo muy a las cuatro de la tarde 😉.

Luego llegó el trabajo y la cosa fue cambiando, es la hora en la que sigo aprendiendo a madrugar…porque eso de llegar tarde no es una buena opción. Lo único bueno es que el café está presente en la cocineta y puedes tomar las veces que lo consideres necesario. Muchos lo toman para despertar, pero yo no, a mí me gusta tomar café, sabe delicioso, te ayuda a socializar y además te quita el sueñito.
Hay quienes creen que es de viejos, hay a quienes no les gusta y también hay a quien le cae mal. Algunos lo toman con azúcar, otros lo toman solo, muchos le ponen leche o crema y yo me tomo como sea y me gusta mucho más cuando es para conversar.

Confieso que he tenido que irlo dejando poco a poco porque el reflujo me quiere matar, esas enfermedades que te recuerdan que ya eres adulto y debes cuidarte, por eso. Pero díganme si no, un día cualquiera tipo 10 de mañana, haciendo una visita de rutina, trabajo o por gusto, con calorcito…que te ofrezcan un café recién hecho, de esos que huelen como tres casas a la redonda: no tiene precio.

Ese momento es único porque la cotidianidad y comodidad del momento no se encuentra en otro espacio y las historias de salen de ahí no se repiten. Señor o amiga lectora si usted necesita averiguar algo real, algo que solo se lo puede decir una persona, corroborar un dato, solucionar un problema o simplemente olvidarse por un momento de sus cargas personales le recomiendo que vaya a esa casa a la que hace mucho no va y se tome un café.      

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